Desde ahora te llamas Angalía

Angalía1

El Che siempre pensó que su misión en el Congo había terminado en un rotundo fracaso.

Cada mañana, durante los años que trabajó de jardinero en la Plaza del Che, Luis Monteagudo Arteaga se detenía frente al nicho que contiene los restos del Comandante Guevara. Nunca le dijo nada, sólo se paraba en firme y pasaba unos minutos con él. El veterano hubiera podido ocupar por un puesto mejor, pero eligió ese porque cada día le permitía compartir tiempo con quien fuera su jefe en la guerrilla del Congo.

Ahora, a casi medio siglo, recuerda el hablar lento del guerrillero cubano argentino, el cual ya había perdido el acento porteño que en la Sierra le hizo ganar el sobrenombre de Che. Hablaba poco, lo imprescindible. No comía mucho, dormía sólo lo necesario. Pasaba el día entero estudiando. Cuando se cansaba, entonces cogía un libro, porque el Comandante Guevara era un hombre que descansaba leyendo.

Todas estas cosas las cuenta Luis Monteagudo mientras se balancea en un sillón de la sala de su casa. Fueron ocho meses en las condiciones más difíciles, cercados por la desorganización, el tribalismo y las disputas entre los mandos militares del Ejército de Liberación del Congo. El destacamento cubano siempre tuvo las manos atadas. Al Guerrillero Heroico ni siquiera le permitían entrar en combate. En su diario de campaña el Che diría que se trataba de la historia de un fracaso.

¿Mejor jefe que Fidel?

Estamos en los primeros días de 1965. Alguien llega a la unidad militar donde se encuentra Luis Monteagudo Arteaga y le pregunta si está dispuesto a colaborar con la liberación de cualquier país, en cualquier lugar del mundo. El artillero de 27 años acepta de inmediato. Por tres meses lo someten a un entrenamiento intensivo en la provincia de Pinar del Río. Allí practica el tiro y aprende a manipular explosivos, la topografía y los diversos métodos de superviviencia. Es raro, la inmensa mayoría de los voluntarios tiene la piel oscura.

—¿Nunca le dijeron dónde iría?

—Jamás se habló nada. A veces Fidel asistía a las prácticas de tiro, acompañado por los más altos dirigentes de la Revolución. Un día, en uno de los intercambios, nos dijo que nuestro líder sería un hombre querido y mucho mejor jefe que él. Nosotros nos quedamos intrigados. ¿Mejor que Fidel? Pero no pudimos averiguar más.

«Salimos de Cuba con pasaportes especiales y nombres falsos. Yo me llamaba Gabriel Peralta León, nombre de un tío y apellidos de mis dos bisabuelos. Llegamos a Dar es Salaam, capital de Tanzania, y luego partimos hacia Kigoma, una ciudad de ese país africano que se encuentra cerca del lago Tanganika.»

Vieron al Che ya en territorio congolés y el comandante los entrevistó uno a uno. Les preguntaba sus datos fundamentales: profesión, escuelas cursadas, graduación militar. Después les ponía un seudónimo en idioma swahili. A los que llegaron con él, en el primer embarque, los bautizó según los diez primeros números en ese idioma:

«El número uno, Moja, se lo dio a Víctor Dreke. El segundo, Mbili, a José María Martínez Tamaño. Para él dejó el tercero, Tatu, y así sucesivamente. Se quedó con el tres por temor a generar cierta desconfianza en los congoleses por el color de su piel. El blanco siempre había sido para ellos el vehículo de la opresión, del peligro. Incluso el Che nos pidió que lo hiciéramos pasar por el médico de Dreke, una posición menos visible.»

—Pero no siguió con los números…

—No, porque después del diez se comenzaba a complicar la cosa. Los demás recibimos nombres de animales, de poblaciones o de cosas. El Che a veces hablaba en metáforas. Él decía algo y tú tenías que interpretar lo que quería expresar. No sé si fue por mi profesión de artillero, pero en cuando le dije mis datos, se acercó y me dijo: «Pues ahora te llamas Angalía», que en swahili significa «mirar bien», «mirar con cuidado».

Mimi hapana motocari

Al llegar al teatro de operaciones el Comandante Guevara se encontró que el Ejército Popular de Liberación era un parásito de la población: no trabajaba, no se entrenaba, no peleaba, pasaban por las aldeas y requisaban los mejores alimentos de los campesinos. Si se les ordenaba cargar un bulto pesado, respondían con la frase «Mimi hapana motocari», que quiere decir: «Yo no soy camión». En los combates, cuando oían la aviación, arrojaban las armas y echaban a correr por la selva.

—¿Qué decía el Che ante esta situación?

—Fueron momentos muy duros para él, de acuerdo a sus características como ser humano, como jefe, como guerrillero. Aconsejó, para revertir esta situación, abrir escuelas donde los guerrilleros aprendieran no sólo a combatir, sino también a pensar, a respetar la población. Además, los mandos congoleses estaban muy desunidos, cada cual actuaba como mejor le parecía.

«Una vez decidimos atacar un punto enemigo que estaba situado cerca del campamento de los ruandeses. Nos dijeron que sería fácil acceder a ellos utilizando el factor sorpresa. Al llegar vimos que era todo un regimiento, organizado en una zona con más de un kilómetro de extensión, bien atrincherados y con armas pesadas. Además, a uno de los ruandeses se le escapó un tiro y puso en alerta las tropas mercenarias. La operación fue un desastre para nosotros, allí cayeron los primeros cubanos.»

—¿Cómo se llevaban ustedes con los nativos?

—Habían muchas tensiones tribales y religiosas. Si dos congoleses se encontraban con un ruandés, lo agredían. Y viceversa. Pero nosotros logramos llevarnos bien con todos. Incluso se tomó la determinación de que en cada destacamento mixto debía ir al menos un soldado nuestro para que se terminaran las peleas entre los grupos étnicos.

«El Che se ganó enseguida a la gente con su carácter. Él tenía una manera muy peculiar de hacer las cosas. Si alguien cometía un error, lo llamaba personalmente y le echaba una “descarga”. A los cinco minutos, te tiraba el brazo por encima, conversaba contigo y tú te sentías estimulado. Con esa actuación el Comandante te demostraba que no había dejado nada por decir, ni nada qué pensar.»

Quería quedarse en el Congo

Normal
0
21

false
false
false

MicrosoftInternetExplorer4

/* Style Definitions */
table.MsoNormalTable
{mso-style-name:»Tabla normal»;
mso-tstyle-rowband-size:0;
mso-tstyle-colband-size:0;
mso-style-noshow:yes;
mso-style-parent:»»;
mso-padding-alt:0cm 5.4pt 0cm 5.4pt;
mso-para-margin:0cm;
mso-para-margin-bottom:.0001pt;
mso-pagination:widow-orphan;
font-size:10.0pt;
font-family:»Times New Roman»;
mso-ansi-language:#0400;
mso-fareast-language:#0400;
mso-bidi-language:#0400;}

Con el correr de los días la situación se fue haciendo insostenible: muchos gobiernos africanos le retiraron su apoyo a la guerrilla, los combatientes congoleses y ruandeses desertaban en masa, escaseaban los aprovisionamientos hasta el punto de que hubo días que sólo tuvieron harina de yuca sin sal y casi cruda. Las armas llegaban incompletas y muchas veces sin municiones. Varios cubanos habían pedido regresar. Pero el Che se mantenía firme:

«El Comandante era un hombre muy perseverante, tenía una fe inmensa en el triunfo de las ideas justas. Pero en septiembre de 1965 se reunieron los dirigentes del movimiento revolucionario en el continente y acordaron solicitar la salida del Congo de todas las fuerzas extranjeras. Después nos explicaron que esa decisión se tomó para lograr la salida de todos los mercenarios que estaban allí desde el año 1960 y que habían intervenido en el asesinato de Patricio Lumumba. Eran responsables, además, de la muerte de muchos civiles. Cuando le comunicaron eso al Che, él simplemente dijo: “Es el tiro de gracia a la Revolución Congolesa”.»

Sin abastecimientos, cercados por una tropa élite los cubanos quemaron su base en las montañas y caminaron muchos kilómetros hasta llegar nuevamente al lago Tanganika. Con mucho trabajo pudieron contactar con las embarcaciones que debían transportarlos hacia Tanzania. El último momento el Comandante Guevara quiso reunir una partida de valientes, quedarse para continuar la lucha. Pero razonó que su deber era dirigir la retirada hasta el final y velar por la seguridad de los hombres bajo su mando.

Las dos lanchas salieron a las tres de la mañana, cargadas de combatientes cubanos y algunos congoleños, cuya vida correría peligro si se quedaban allí. En las cercanías del territorio tanzano, el Che ordenó unir los barcos para hablar con la tropa. Angalia, quizás para ayudar a la memoria, cuenta en verso lo que en aquella ocasión les dijo el Guerrillero Heroico:

Esta etapa de lucha viene demostrar

que es mucha la adversidad que tenemos

mas, no nos desanimaremos

pues con este amor profundo

en otras tierras del mundo

nuevamente nos veremos.

Recuerda eso y que fue la última vez que vio con vida al Comandante Che Guevara.

Normal
0
21

false
false
false

MicrosoftInternetExplorer4

/* Style Definitions */
table.MsoNormalTable
{mso-style-name:»Tabla normal»;
mso-tstyle-rowband-size:0;
mso-tstyle-colband-size:0;
mso-style-noshow:yes;
mso-style-parent:»»;
mso-padding-alt:0cm 5.4pt 0cm 5.4pt;
mso-para-margin:0cm;
mso-para-margin-bottom:.0001pt;
mso-pagination:widow-orphan;
font-size:10.0pt;
font-family:»Times New Roman»;
mso-ansi-language:#0400;
mso-fareast-language:#0400;
mso-bidi-language:#0400;}

Quería quedarse en el Congo

Explore posts in the same categories: Uncategorized

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s


A %d blogueros les gusta esto: